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India, la pandemia deja al desnudo al león asiático
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En pleno corazón de Nueva Delhi la construcción del nuevo parlamento continúa. El primer ministro, Narendra Modi, declaró que estos son trabajos esenciales, por lo que debían continuar a pesar de la voraz segunda ola de la pandemia que azota a India, y especialmente a su capital. A menos de dos kilómetros de distancia, el hospital Ram Manohar Lohia se ha visto obligado a publicar una pantalla señalando que no tienen camas ni oxígeno disponible.
“La situación es completamente apocalíptica. Es como vivir un escenario distópico, porque toda la red de hospitales está inundada de pacientes. Hay pacientes muriendo como animales a las afueras de los hospitales, tras haber sido transportados de cualquier forma, y ni siquiera logran ser contados entre las víctimas, porque no logran entrar a las salas de emergencia. Tenemos pacientes muy enfermos, ahogándose, esperando fuera de los hospitales; y tenemos muertos, esperando también por ser cremados”, relata desde Nueva Delhi Ambarish Satwik, cirujano vascular del Sir Ganga Ram Hospital.
Al igual que todos los demás establecimientos de salud, el del doctor Satwik también se ha convertido en un centro de atención, casi exclusiva, de pacientes con Covid-19. El recinto queda a menos de cinco kilómetros de la construcción del nuevo parlamento obsesión del primer ministro. Fue planificado para 2022, cuando se cumplen 75 años de la independencia India. Debía ser el símbolo de “Atmanirbhar Bharat” o “India autosuficiente”, la misión que lanzó Modi en mayo 2020.
Eran otros tiempos. Mientras China, Europa, EEUU y Latinoamérica contaban sus muertos por decenas de miles, India apenas reportaba víctimas y casos positivos. Algo admirable para un país con más de 1.300 millones de habitantes y ciudades densamente pobladas. Incluso cuando la pandemia alcanzó su primer peak en su país, en septiembre 2020, Modi se concentró en demostrar que India tenía la situación tan en control, que ofreció la capacidad de producción de vacunas de India “para toda la humanidad”.
En enero, el gobierno de Modi declaró victoria. “Entre noviembre y febrero todo volvió a la normalidad. Podías ir a fiestas, nadie usaba máscaras, ni había distanciamiento. Eso venía desde el gobierno, que también hizo actos masivos. Le habíamos ganado a la pandemia”, explica Navni Narang, estudiante de 22 años, desde Bangalore.
La convicción del gobierno se basaba en el denominado “súper modelo”, como se llamó al modelo matemático creado por el grupo asesor de expertos, que supuso que el país había alcanzado probablemente la inmunidad de rebaño.
Pero los casos comenzaron a repuntar en febrero. Aun así, Modi siguió adelante con la inauguración de un nuevo estadio de cricket, que lleva su nombre, y que reunió a unas 10.000 personas en un partido contra Inglaterra.
El gobierno permitió el Kumbh Mela, una celebración hindú que en un solo día llevó a unos 10 millones de personas a reunirse y bañarse en el río Ganges. Se siguió adelante con las elecciones regionales, para las que se organizaron masivos mítines políticos.
El 24 de abril, mientras el propio Modi participaba en uno de ellos, a favor de los candidatos de su partido (BJP), el hospital Moolchand suplicaba en twitter por ayuda, pues tenía oxígeno solo para atender una hora más a sus pacientes.
Hoy India reporta más de 300 mil casos y 2.600 víctimas diarias, casi el triple que en el peak de su primera ola. “Muchas muertes son solo porque se han agotado los recursos. No hay espacio en los hospitales, no hay oxígeno. Nada”, explica Satwik, sin intentar ocultar su cansancio.
El discurso triunfalista del gobierno también llevó a una demora en la vacunación. El país ha vacunado a menos de 9% de su población, a pesar de haber desarrollado su propia vacuna y ser sede del mayor fabricante mundial, el Serum Institute. Recién en la última semana, el gobierno dio la orden de detener las exportaciones Covishield, como se conoce en India a la vacuna de AstraZeneca, una de las dos usadas en el país.
Doble mutación
En un golpe a las aspiraciones nacionalistas de Modi, India se ha visto obligada a recurrir a la ayuda internacional. Estados Unidos, la Unión Europea, la diáspora india, que incluye empresarios en Reino Unido y CEOs como los de Microsoft, Google y Deloitte, se han volcado a ayudar al país. Donaciones de tanques de oxígeno, medicamentos, equipo de protección personal, comenzaron a llegar la última semana. Washington incluso anunció el envío de millones de vacunas de AstraZeneca, no autorizadas para su uso en ese país.
Visto en relación con su población, ni las tasas de contagios ni las de muertes en India son las más graves del mundo. El pasado jueves, fue Uruguay con 843 casos por cada millón de habitantes el país con más contagios reportados ese día, mientras India reportó 274. Pero cálculos de One World in Data estiman que las cifras de India deben multiplicarse por 29.
Satwik explica que el tamaño de India no hace viable su comparación usando cifras ajustadas por población. A la gente que está muriendo en las calles de ciudades grandes como Delhi o Mumbai, sin test o registro previo, hay que sumar quienes están muriendo en las zonas rurales, donde en algunos casos ni siquiera hay centros de salud, y mucho menos laboratorios para conducir test PCR.
Además de la tragedia de pilas funerarias multiplicándose por las calles del país, la nueva ola de la pandemia en India ha movilizado a otros gobiernos por el riesgo que supone que la situación se salga de cualquier control.
La Organización Mundial de la Salud ha advertido en reiteradas ocasiones el riesgo que supone cada foco de la pandemia. Entre más capacidad tiene el virus para multiplicarse, más posibilidades hay de que desarrolle mutaciones que lo hagan cada vez más resistente a las vacunas.
Aún no hay datos para afirmar que las variantes de esta ola de la pandemia en India son más resistentes a las vacunas, pero las variantes B.1.1.7 (inglesa) y B.1617 (india) sí se han revelado como mucho más transmisibles. “Es mucho más fácil para cualquiera infectarse ahora. En los PCR que hacemos, la carga viral, al momento de los tests, es casi cuatro veces más que el nivel del peak en septiembre”, explica Satwik.
Sin oxígeno
Modi y el Bharatiya Janata Party llegaron al poder en 2014 con la promesa de modernizar India. Uno de sus primeros actos fue adoptar como símbolo nacional la figura de un león caminando. Le siguió la campaña “Made in India” y luego de “India al mundo”. Ahora es “India autosuficiente”.
Pero, después de un impulso inicial, la economía y las inversiones se han desacelerado desde 2015, en parte por la falta de reformas prometidas, en parte por alzas de impuestos al consumo, las utilidades, las ganancias de capital y otros.
El primer ministro ha logrado mantener bajo control a los críticos. Entre las empresas se habla de “terrorismo de Estado”, reporta The Economist, para describir las amenazas, aranceles y sanciones que enfrentan los empresarios y emprendedores que no se alineen con las políticas del gobierno.
Esto se ha traducido al manejo de la pandemia. “El BPJ lo controla todo y también los principales medios de televisión y periódicos, y si ves lo que dicen, es como sí hay pandemia, pero no es tan terrible. Mientras, la gente deja a sus muertos en la calle, porque no hay espacio ni en los hospitales ni en los crematorios. La prensa internacional se preocupa más de lo que pasa aquí”, dice Navni.
A pesar de su campaña por presentarse como una democracia moderna, India aparece en el puesto 142 del ranking de Libertad de Prensa, que realiza Periodistas Sin Fronteras, entre 180 países.
Navni comparte además pantallazos de amenazas para que ella y otros voluntarios cierren un grupo que organizaron por redes sociales para conseguir oxígeno y medicinas. Dice que Instagram los obligó a cerrar las cuentas, que contenían mensajes de crítica a la falta de recursos de parte del gobierno. Facebook bloqueó el jueves, por horas, el hashtag #RenunciaModi.
En entrevista con la BBC, el vocero del gobierno, Gopal Agarwal, dijo que los reportes de hospitales colapsados y miles de muertos cada día son “fake news” y justificó la censura de tuits que criticaban el manejo de Modi de la pandemia por “no conducir al interés nacional”.
No solo la pandemia ha dejado al descubierto el autoritarismo del gobierno, también el escaso avance en mejorar las condiciones de la población rural, reducir la informalidad laboral, además de un sistema de salud público débil. India es al final de cuentas un país emergente.
En la prensa europea, Modi ha sido comparado al monarca del “Traje Nuevo del Emperador”. En la prensa local se perciben ya grietas al control del gobierno, en una muestra de la gravedad que se vive al interior del país.
El doctor Satwik evita los comentarios políticos. Le interesa más insistir en la importancia de la vacunación.
Cualquiera sea su nivel de eficacia, con una o dos dosis, “es mejor que ninguna vacuna para evitar hospitalizaciones y muertes”, afirma. Pero, al ritmo actual, India necesitará de varios meses para inmunizar a su enorme población. Según la OMS, India debería vacunar diariamente entre 6 y 7 millones de personas. En el país, hoy, se producen solo unos dos millones de dosis por día.
Los esfuerzos ahora se concentran en aumentar la capacidad de distribuir oxígeno líquido. Se están reconvirtiendo plantas industriales e importando cilindros. En los hospitales se han habilitado sótanos, pasillos y cobertizos, pero las camas aún son compartidas por dos, tres y hasta cuatro pacientes.
Navni, en cuarentena en Bangalore donde estudia, vive con angustia la noticia de que sus padres en Derahdun, a 2.379 kilómetros de distancia, han dado positivo por Covid-19. Su mayor temor es que desarrollen síntomas: “Todos los hospitales están desbordados. La gente ha comenzado a endeudarse para poder llevar a sus familiares a clínicas privadas y no dejarlos morir. Pero ni eso es garantía de conseguir una cama u oxígeno”.
El león de Modi ha entrado a terapia intensiva y depende de la comunidad internacional para superar la crisis.